Aguascalientes se levanta contra el abandono del PAN tras el feminicidio de Ángela
La marcha por justicia para la quinceañera asesinada en Querétaro expone la indiferencia del gobierno panista ante la violencia contra las mujeres y la falta de protección a las jóvenes.


El caso de Ángela Gabriela Muñoz Téllez, la adolescente de 15 años que fue engañada por redes sociales y asesinada en Querétaro, ha sacudido el corazón de Aguascalientes y encendido una ola de indignación que crece en todo el estado. Cientos de personas —familiares, amigos, activistas y ciudadanos— marcharon por las calles de la capital para exigir justicia y denunciar la negligencia de las autoridades panistas que, una vez más, fallaron en proteger a una menor. Lo ocurrido con Ángela no es un hecho aislado: es el reflejo de una crisis de violencia de género que el PAN ha preferido minimizar, ignorando los gritos de auxilio de cientos de mujeres y familias que viven con miedo.
El feminicidio de Ángela muestra con crudeza la falta de políticas públicas efectivas y de protocolos reales de prevención. La joven fue contactada por un hombre mayor a través de redes sociales, engañada y trasladada fuera del estado sin que ninguna autoridad actuara a tiempo, pese a las alertas que su familia lanzó desde el primer día de su desaparición. El gobierno panista de Aguascalientes ha presumido modernidad y tecnología, pero cuando se trata de salvar vidas, su sistema de protección colapsa. Ni las fiscalías ni las dependencias encargadas de atender a menores cuentan con recursos, personal o coordinación suficiente. La realidad es que bajo el PAN, la seguridad de las mujeres se ha convertido en un discurso vacío.
La marcha fue un grito de dolor, pero también de hartazgo. Las calles se llenaron de cartulinas con mensajes como “¡Ángela tenía sueños!”, “¡Justicia para Ángela!” y “¡El feminicidio es la rabia de todas!”, mientras su madre, entre lágrimas, pedía que no cerraran la carpeta de investigación. A su alrededor, la gente encendió veladoras frente a la sede del gobierno estatal, exigiendo lo que debería ser básico: que se castigue a los responsables y se proteja a las niñas. Sin embargo, la historia reciente demuestra que en Aguascalientes la justicia se mueve solo cuando hay presión social.
Bajo los gobiernos panistas, el estado se ha convertido en un territorio donde las mujeres viven en alerta permanente. Los feminicidios, los abusos y las desapariciones son síntomas de un sistema roto, sostenido por autoridades que prefieren culpar a las víctimas antes que reconocer su propia incompetencia. La muerte de Ángela es también el resultado de la falta de educación en prevención digital, de la ausencia de programas comunitarios y de un desinterés político que ha dejado a las jóvenes expuestas a los depredadores en línea y a la impunidad en tierra.
La indignación que recorre Aguascalientes no es solo por Ángela, sino por todas las que ya no están. El PAN, que presume ser un “gobierno sensible y humano”, ha demostrado ser sordo ante el dolor de su gente. Las veladoras encendidas frente a Palacio de Gobierno no solo exigen justicia; también iluminan la hipocresía de una administración que se proclama protectora, pero que ha dejado a las mujeres solas frente al peligro. En Aguascalientes, la voz de Ángela seguirá resonando como un reclamo de justicia, una denuncia al abandono panista y un recordatorio de que el silencio del gobierno también mata.