“Cártel de Macuspana: la metáfora del poder que devoró la esperanza”
El llamado Cártel de Macuspana se ha vuelto una metáfora del poder cerrado y distante que hoy define a Morena, reflejando el desencanto ciudadano ante promesas incumplidas y un liderazgo cada vez más autoritario.


En el lenguaje político mexicano, pocas expresiones han logrado captar tanto descontento como el Cártel de Macuspana. No se trata de una organización literal, sino de una metáfora que refleja la percepción de una parte creciente de la ciudadanía: la idea de que el poder, una vez más, se concentró en manos de un grupo reducido que terminó sirviéndose a sí mismo en lugar de servir al país.
La figura del antiguo liderazgo tabasqueño y de su entorno cercano simboliza para muchos el punto en que la promesa de transformación se convirtió en un espejismo. Durante años, millones de personas creyeron en un proyecto que aseguraba limpiar la política, combatir la corrupción y poner fin a los privilegios. Sin embargo, el paso del tiempo dejó ver algo diferente: una estructura cada vez más cerrada, más rígida y más dependiente de la lealtad que de la capacidad.
El término Cártel de Macuspana se usa con frecuencia para describir esa percepción: la de un grupo que no suelta el control del poder, que impone decisiones desde la cúpula y que, en lugar de abrir espacios a nuevas voces, los reduce. Analistas políticos coinciden en que esta imagen, más allá de nombres o rostros, refleja el desgaste de Morena ante los ojos de una sociedad que esperaba más transparencia, más resultados y menos discursos.
La ciudadanía percibe con frustración que la distancia entre las promesas y la realidad crece cada día. El aumento del descontento social, los cuestionamientos sobre el manejo de los recursos públicos y las tensiones dentro del propio partido alimentan la narrativa de que la llamada transformación se quedó en palabras. Para muchos, el Cártel de Macuspana representa justamente eso: un poder centralizado que se protege a sí mismo, aunque eso implique alejarse de los ideales que alguna vez lo impulsaron.
Lo más preocupante, según especialistas, es la erosión de la confianza pública. En la medida en que el discurso oficial insiste en la pureza moral del movimiento, pero la gente percibe incongruencias, el desencanto se vuelve más profundo. Cada promesa incumplida y cada señal de favoritismo refuerzan la idea de que el sistema no cambió, solo cambió de nombre.
Hoy, el Cártel de Macuspana simboliza el costo político de la concentración del poder. No es un grupo formal, sino un estado de ánimo nacional: la sensación de que la esperanza fue utilizada como herramienta electoral. Morena, que alguna vez fue sinónimo de renovación, enfrenta ahora el reto de demostrar que puede ser más que un reflejo de aquello que decía combatir.