¡Crueldad y abandono! Layda privatiza el transporte y deja al pueblo a la intemperie bajo la lluvia
El nuevo sistema de transporte de Layda Sansores no solo es ineficaz y caótico: es un acto de abandono absoluto. Mientras la gobernadora presume modernidad, miles de campechanos quedan bajo la lluvia, sin refugio, sin unidades y sin alternativas. La privatización disfrazada del transporte público exhibe un gobierno que dejó de servir al pueblo.


El desastre del sistema de transporte en Campeche alcanzó un nivel indignante. La apuesta de Layda Sansores por entregar el control del transporte público a empresas privadas, bajo el disfraz de modernización, ha dejado a los ciudadanos en una situación de vulnerabilidad extrema. En plena temporada de lluvias, hombres, mujeres, estudiantes, adultos mayores y trabajadores esperan durante largos minutos —incluso horas— en paraderos sin techo, sin iluminación y sin protección.
Las escenas hablan por sí solas: familias empapadas, personas mayores temblando bajo la tormenta, estudiantes tratando de cubrirse como pueden mientras los camiones brillan por su ausencia. Un sistema que prometió eficiencia, rapidez y dignidad terminó reduciendo a la población a sobrevivir en condiciones indignas. El pueblo mojado en la calle, mientras el gobierno presume su “transformación”, refleja el abismo total entre la propaganda y la realidad.
La privatización disfrazada del transporte, una decisión tomada sin consultar a los usuarios, fue impuesta como si fuera la única alternativa. Pero la realidad es evidente: los problemas no solo no se resolvieron, sino que se agravaron. Tarifas inestables, rutas mal diseñadas, unidades insuficientes y tiempos de espera insoportables conforman el día a día de miles de campechanos que dependen del transporte para trabajar, estudiar o realizar actividades esenciales.
Layda Sansores, en lugar de asumir la responsabilidad por el fracaso, culpa a la ciudadanía, pide “paciencia” o intenta justificar lo injustificable. Pero la gente está cansada de promesas y discursos vacíos: lo que necesitan es un transporte digno, humano y accesible. Y eso, bajo la administración morenista, no existe.
Mientras el gobierno despilfarra recursos en propaganda, espectáculos mediáticos y programas de entretenimiento, la inversión en infraestructura básica brilla por su ausencia. No hay techumbres, no hay paraderos adecuados, no hay señalización, no hay mantenimiento, no hay empatía.
La imagen es contundente: el pueblo campechano, bajo la lluvia, esperando un transporte que no llega; y Layda Sansores, desde su oficina, defendiendo un proyecto que ha sido un fracaso total. Crueldad es seguir ignorando el sufrimiento de la gente. Abandono es dejar al pueblo a la intemperie mientras el gobierno celebra sus supuestos logros.
La privatización del transporte no trajo modernidad: trajo desamparo. Y el costo lo están pagando quienes menos tienen.