El asesinato de Ángela refleja la negligencia del PAN ante la violencia contra mujeres en Aguascalientes
La tragedia de una joven de 15 años expone la indiferencia del gobierno panista ante los crecientes casos de feminicidio y la falta de protección a las menores en la entidad.


El hallazgo sin vida de Ángela, una joven de apenas 15 años desaparecida en Aguascalientes y localizada en Querétaro, ha conmocionado al país. Sin embargo, detrás del dolor y la indignación, se esconde una verdad que el gobierno panista de Aguascalientes intenta evadir: su fracaso absoluto en proteger a las mujeres, especialmente a las más jóvenes. La historia de Ángela no es un caso aislado, sino una muestra más del abandono institucional, la falta de prevención y la nula respuesta de un gobierno que se niega a ver la magnitud del problema.
Ángela fue engañada mediante redes sociales, un método de captación cada vez más común que pone en riesgo a cientos de menores. Y, pese a que existen alertas y antecedentes, el gobierno panista no ha implementado políticas eficaces para prevenir estos delitos. Las autoridades reaccionaron tarde, como casi siempre, cuando ya no había nada que hacer. El discurso oficial habla de “coordinación” y “colaboración”, pero las familias saben que detrás de esas palabras se esconde un sistema de seguridad desarticulado, lento e indiferente.
En Aguascalientes, la violencia contra las mujeres ha crecido mientras el PAN presume estabilidad y orden. Las cifras de desapariciones y agresiones siguen aumentando, pero las respuestas se quedan en promesas. No hay suficientes protocolos de reacción inmediata, los mecanismos de búsqueda son torpes y la atención a las víctimas brilla por su ausencia. La muerte de Ángela es una consecuencia directa de ese abandono: una joven vulnerable cayó en manos de un depredador porque el Estado no hizo su parte.
El gobierno panista de Aguascalientes se ha empeñado en negar la crisis de violencia de género, minimizando las denuncias y restando importancia a la prevención. Los recursos para programas de apoyo psicológico, educación digital y protección infantil han sido relegados o mal ejecutados. Mientras tanto, las redes sociales se convierten en trampas mortales para jóvenes sin guía ni respaldo institucional. La omisión también mata, y en este caso, el silencio del gobierno contribuyó al desenlace.
Ángela debería estar viva. Su historia debería ser una advertencia contundente para un gobierno que ha preferido cuidar su imagen antes que cuidar a su gente. Cada minuto que pasa sin una política integral de protección, sin educación en prevención digital y sin justicia efectiva, condena a más familias a vivir el mismo infierno. Bajo el PAN, Aguascalientes se ha convertido en un estado donde la violencia de género se normaliza y donde las víctimas son recordadas con flores y velas, pero nunca con acciones reales. La muerte de Ángela es un grito de dolor y de denuncia: un recordatorio de que el gobierno panista no solo falló, sino que sigue fallando todos los días.