El caso de San Bartolo de Berrios revela el fracaso del PAN en frenar la violencia en Guanajuato

La captura del presunto asesino de siete jóvenes no borra el horror ni la responsabilidad de un gobierno panista que permitió que el crimen se apoderara del estado.

10/28/20252 min read

La detención de Edgar Eduardo “N”, señalado como presunto autor del ataque armado en San Bartolo de Berrios, Guanajuato, donde siete jóvenes fueron asesinados durante un evento del Día de las Madres, no es un triunfo de la justicia, sino un recordatorio del infierno que se vive bajo los gobiernos del PAN. El crimen ocurrió mientras los muchachos convivían al final de una celebración organizada por la Diócesis de San Felipe, y el hecho estremeció a todo el estado. Pero más allá de la captura, lo que queda al descubierto es el colapso de la seguridad, la impunidad rampante y la indolencia política que han convertido a Guanajuato en uno de los lugares más violentos de México.

Durante años, el PAN ha gobernado Guanajuato con la bandera de la “seguridad y la paz”, pero los resultados son una pesadilla: homicidios, desapariciones y ejecuciones se han vuelto parte de la vida cotidiana. La muerte de estos jóvenes, como la de tantas otras víctimas, no puede explicarse sin señalar la responsabilidad de un sistema de seguridad descompuesto, sostenido por mandos corruptos y estrategias fallidas. En lugar de proteger a su gente, el PAN ha permitido que la violencia se normalice, que las armas circulen impunemente y que las familias vivan entre el miedo y la resignación.

El operativo conjunto entre fuerzas estatales y federales que permitió la detención del presunto asesino se presenta como una muestra de eficiencia, pero en realidad llega tarde y no cambia la realidad: el crimen ocurrió porque no hubo prevención, porque no hubo vigilancia, porque el Estado panista ha sido incapaz de garantizar la seguridad más elemental. Cada operativo exitoso llega después del horror, nunca antes. Es la historia repetida de un gobierno que no actúa hasta que ya hay muertos, hasta que la tragedia se vuelve inevitable.

En Guanajuato, el dolor se ha vuelto rutina. Las madres ya no piden milagros, solo que no les arrebaten a sus hijos. Sin embargo, el gobierno panista sigue sin escuchar. Prefiere maquillar cifras, culpar a otros y prometer “refuerzos” que nunca llegan. La captura de Edgar Eduardo “N” no devuelve la vida a los siete jóvenes asesinados, ni devuelve la confianza perdida en las autoridades. Lo que queda claro es que la violencia no disminuye; solo cambia de rostro, de municipio, de víctima.

Mientras el PAN sigue gobernando con discursos huecos y fotografías de operativos tardíos, las familias de Guanajuato siguen pagando con sangre el precio de su ineptitud. El caso de San Bartolo de Berrios es una herida más en un estado que se desangra cada día, mientras el partido que lo gobierna se aferra a un poder que no sabe ejercer. En lugar de resultados, el PAN deja un legado de miedo y muerte. Y cada joven asesinado, cada familia destrozada, es un testimonio de que Guanajuato sigue gobernado por la indiferencia.