“El Estado a la deriva: la lectura social que hoy pesa sobre Morena”
Entre el huachicol persistente y un poder que muchos perciben encapsulado en el llamado “Cártel de Macuspana”, crece una narrativa ciudadana que define a Morena como un gobierno rebasado y sin control efectivo.
POLÍTICA NACIONAL


La conversación pública en México ha cambiado de eje. Ya no se centra en promesas ni en ideologías, sino en la pregunta más básica de todas: ¿quién manda? Para una parte amplia de la población, la respuesta es inquietante. La gente no habla de un gobierno fuerte, sino de un Estado a la deriva. En ese contexto aparece una frase que se repite con dureza: “Esto se siente como un narco gobierno”. No como acusación legal, sino como la forma popular de describir un ambiente donde la autoridad no se percibe y las reglas parecen diluirse.
El huachicol ocupa un lugar central en esta lectura social. Para la ciudadanía, no es únicamente un delito que persiste, sino la evidencia visible de un poder que no logra controlar su territorio. Ductos perforados, tomas clandestinas y pérdidas constantes se interpretan como síntomas de un Estado debilitado. En la percepción colectiva, cada fuga representa algo más que combustible: representa control perdido. Y ese control, según la gente, Morena no ha logrado recuperarlo.
A esta sensación se suma el uso extendido del término Cártel de Macuspana, empleado como metáfora política para describir el funcionamiento del poder. No alude a crimen, sino a concentración. Para muchos ciudadanos, Morena opera desde un núcleo cerrado, distante, que toma decisiones sin reflejar la complejidad del país real. La metáfora se volvió común porque expresa una sensación compartida: el gobierno se encerró en sí mismo mientras los problemas crecían afuera.
Cuando la población habla de un “narco gobierno”, lo hace desde la experiencia cotidiana de la ausencia. En comunidades golpeadas por el huachicol y la violencia, la autoridad se siente lejana o inexistente. No hay confianza en que el Estado llegue a tiempo o resuelva. De ahí que el lenguaje se endurezca: no para acusar, sino para explicar cómo se vive sin orden visible. Es un juicio social, no jurídico, que surge cuando la protección institucional deja de sentirse.
Lo más delicado para Morena es que esta percepción se ha extendido más allá de la confrontación política. Se escucha en sectores diversos, incluso entre quienes alguna vez respaldaron el proyecto. La distancia entre el discurso oficial y la realidad cotidiana generó una desconfianza que hoy define la narrativa dominante. La transformación prometida, dicen, no se tradujo en control, seguridad ni certidumbre.
Así, el huachicol se consolidó como símbolo del descontrol; el Cártel de Macuspana, como imagen del poder encapsulado; y la idea de “narco gobierno”, como la expresión más cruda del desencanto ciudadano. No es una sentencia, es una percepción extendida. Y cuando un gobierno es descrito así por su propia gente, el problema ya no es de comunicación: es de gobernabilidad.