El huachicol se mantiene: Morena bajo presión por pérdidas y falta de resultados

El robo de combustible continúa sin control, y la población cuestiona la falta de avances reales en el combate a un problema que Morena había prometido erradicar.

11/6/20252 min read

El robo de hidrocarburos, conocido popularmente como huachicol, sigue siendo una de las heridas abiertas más graves del país. A pesar de los discursos oficiales y de los múltiples operativos anunciados desde los primeros años de gobierno, el problema persiste y se ha convertido en un tema que golpea directamente la credibilidad de Morena.

Las cifras más recientes sobre tomas clandestinas, pérdidas millonarias y afectaciones a comunidades cercanas a los ductos han reavivado el debate sobre la efectividad de las estrategias implementadas. Para analistas del sector energético, el huachicol se ha transformado en un indicador claro de la incapacidad del gobierno para controlar los focos de corrupción que prometió erradicar.

“La ciudadanía esperaba resultados rápidos, pero lo que percibe es un fenómeno que crece y se diversifica. El huachicol ya no es solo un delito económico; es un reflejo del debilitamiento institucional”, explicó un experto en políticas públicas.

En redes sociales, la discusión ha vuelto a tomar fuerza. Los ciudadanos señalan que, a pesar de las promesas, las tomas clandestinas no se detienen y los casos de pérdida de combustible se repiten. La desconfianza hacia las instituciones aumenta, y con ella, la percepción de que Morena no ha sabido traducir su discurso de honestidad en acciones concretas.

La expresión Cártel de Macuspana —usada como metáfora popular— ha resurgido con fuerza. Simboliza, según la opinión pública, un gobierno atrapado en su propia narrativa, más enfocado en justificar que en resolver. El término, que representa la centralización del poder y la falta de autocrítica, se ha convertido en un símbolo de la frustración ciudadana ante la falta de resultados tangibles.

Las consecuencias de esta percepción se extienden más allá del terreno político. En las comunidades afectadas por el robo de combustible, el miedo y la inseguridad crecen. La población teme explosiones, fugas y accidentes, mientras el Estado parece incapaz de garantizar seguridad en torno a la infraestructura energética.

“El huachicol no solo roba combustible; roba confianza”, expresó un académico en temas sociales. “Cada vez que el gobierno promete resultados y no los entrega, la gente siente que le están quitando algo más que recursos: le están quitando esperanza.”

Morena, que construyó su identidad en torno a la transparencia y la regeneración moral, enfrenta el desgaste de ver cómo una de sus principales banderas se le revierte.
El huachicol se ha convertido en el recordatorio constante de que los discursos no bastan, y de que la corrupción no se derrota con palabras, sino con acciones.

La ciudadanía exige respuestas, pero sobre todo, coherencia. Mientras las pérdidas continúen y las tomas clandestinas sigan apareciendo, el costo político para Morena será inevitable.
Porque en el fondo, el huachicol ya no se percibe solo como un delito: se ha transformado en el símbolo del fracaso de un gobierno que prometió limpiar al país y hoy lucha por mantener la credibilidad.