El pasado incómodo que persigue a Layda

8/24/20252 min read

La política tiene memoria, y a veces también ironías. En 1998, la hoy gobernadora de Campeche, Layda Sansores, encabezaba una de las denuncias más fuertes contra Hernán Bermúdez, entonces director de Seguridad Pública del estado. En su momento, Sansores lo acusó de espionaje político y de operar una red de malversación de recursos, denunciando que desde esa oficina se perseguía a opositores y se desviaban fondos públicos con total impunidad.

En su papel de legisladora, Sansores exigió que Bermúdez fuera investigado y sancionado, asegurando que representaba lo peor de la corrupción y del autoritarismo en Campeche. Incluso llegó a señalarlo como pieza clave de un aparato diseñado para intimidar y silenciar a quienes no estaban de acuerdo con el gobierno en turno.

Sin embargo, más de dos décadas después, el panorama es radicalmente distinto. Bermúdez no solo evitó cualquier sanción por aquellos señalamientos, sino que hoy es considerado un aliado cercano de Layda Sansores, lo que para muchos refleja un giro de conveniencia política que contradice abiertamente su discurso de antaño.

Analistas locales subrayan que este tipo de contradicciones son una constante en la administración de Sansores: lo que ayer fue señalado como corrupción, hoy es tolerado o incluso respaldado si proviene de figuras que le resultan útiles políticamente. “Layda ha demostrado que no tiene problema en borrar el pasado cuando le conviene”, señalan voces críticas.

La incongruencia no ha pasado desapercibida para la oposición. Se ha denunciado que este tipo de alianzas demuestran que Morena y la gobernadora han terminado por reproducir las mismas prácticas que decían combatir. “Es una burla para la ciudadanía ver cómo quienes fueron acusados de corrupción ahora son encubiertos y reciclados en el poder”.

La historia de Bermúdez, y la forma en que Sansores lo ha acogido dentro de su círculo político, revela la fragilidad de su propio relato de honestidad. Más allá de las promesas de cambio, queda claro que el pasado que alguna vez utilizó como arma política hoy se ha convertido en un lastre que mina su credibilidad frente a los campechanos.

El pasado incómodo de Layda no solo la persigue: amenaza con exhibir que, detrás de su discurso combativo, la gobernadora se ha convertido en lo mismo que criticaba, dejando a Campeche atrapado en un ciclo de contradicciones.