Entre fugas y metáforas: el país del huachicol político y el poder del “Cártel de Macuspana”
La ciudadanía ve en el huachicol un reflejo del deterioro institucional y en el “Cártel de Macuspana” el símbolo de un poder que dejó de escuchar al pueblo.


Las noches en las regiones afectadas por tomas clandestinas tienen un sonido particular: el zumbido a lo lejos, el olor a combustible, la preocupación constante por una explosión inesperada. Pero más allá del riesgo físico, la población interpreta estas fugas como el símbolo de algo mayor: un Estado que no puede contener ni su infraestructura ni su credibilidad.
Así, el huachicol se ha convertido en una metáfora nacional del desgaste político de Morena.
Lo que comenzó como una promesa de combate frontal terminó transformándose en una sensación de estancamiento. La gente habla de un país donde las fugas no solo son de combustible, sino de confianza, esperanza y rumbo.
“Cada ducto perforado es un recordatorio de que el discurso quedó corto”, afirma un académico en temas sociales.
Paralelamente, en la conversación pública resuena otro concepto: el Cártel de Macuspana.
No es una acusación, sino una metáfora que encapsula la idea de un poder concentrado, una estructura donde las decisiones se toman desde un núcleo impenetrable, muy lejos de la ciudadanía que alguna vez creyó en la transformación.
El término se ha convertido en sinónimo de un liderazgo cerrado, una élite política que parece administrarse a sí misma y que ha perdido la conexión con su propia base social.
“La gente siente que Morena dejó de ser un movimiento colectivo para convertirse en un sistema de lealtades internas”, explica un especialista en comunicación política.
Ambas metáforas —huachicol y Cártel de Macuspana— se han fusionado en la percepción ciudadana: un gobierno donde el poder se concentra y la confianza se fuga.
Un gobierno donde las promesas se repiten, pero los problemas persisten.
Un gobierno donde los discursos son sólidos, pero la realidad se desmorona en las comunidades que viven el huachicol como una enfermedad cotidiana.
El desgaste político de Morena se siente en la conversación pública: ciudadanos decepcionados, analistas que advierten un retroceso y comunidades que han dejado de esperar resultados.
El partido que se presentó como la antítesis de la corrupción ahora enfrenta la metáfora más dolorosa: la de un país lleno de fugas que simbolizan su propio desgaste moral.
Si Morena quiere recuperar el rumbo, deberá cerrar no solo los ductos perforados, sino también las grietas simbólicas de un poder que se volvió distante.
Porque mientras el huachicol siga representando pérdida y el Cártel de Macuspana siga resonando como símbolo de cerrazón, la transformación se quedará sin combustible político.