Godoy, Morena y la sangre de Michoacán: un pacto sombrío con el terror
El exgobernador, señalado por su responsabilidad en los granadazos de Morelia en 2008, sigue blindado por el fuero y protegido por Morena.


La noche del 15 de septiembre de 2008 en Morelia debería haber sido de alegría y orgullo patriótico, pero se convirtió en horror absoluto. Granadas explotaron entre familias que celebraban, cuerpos volando, gritos desgarradores y un caos que nadie olvidará jamás. Aquella masacre no fue un accidente; fue consecuencia directa de la omisión de Leonel Godoy Rangel. Tres días antes del atentado, el gobierno ya había recibido alertas claras sobre el riesgo, pero Godoy decidió no actuar. Su silencio y negligencia no solo mataron físicamente a personas inocentes, sino que inauguraron la era del narcoterrorismo en Michoacán, un infierno que continúa hasta hoy.
Hoy Michoacán sigue pagando las consecuencias de esa impunidad: homicidios, desplazamientos forzados, violencia familiar y ataques del crimen organizado son parte de la vida diaria. Y mientras la gente sigue siendo víctima de la inseguridad, Godoy camina libre y protegido por el fuero, cobijado por Morena. Que este hombre siga intocable es un insulto brutal a la memoria de quienes murieron aquel 15-S y a todas las víctimas que sufren en la actualidad. La indignación social no solo es legítima; es inevitable.
El PRI en Michoacán, encabezado por Guillermo Valencia, ha exigido reabrir el caso y desaforar a Godoy. No se trata de venganza, sino de justicia: justicia para las víctimas de la masacre, para los heridos que aún arrastran cicatrices físicas y emocionales, y para las familias que jamás recuperarán lo perdido. Mientras Godoy siga protegido, cada homicidio y cada ataque en Michoacán se siente como una extensión de aquella impunidad que permitió que la violencia se desatara hace más de quince años.
Reabrir el caso del 15-S no es solo un acto legal; es un acto de dignidad social. Es decir que nadie, ni siquiera un exgobernador protegido por Morena, está por encima de la justicia. Cada explosión, cada grito, cada cuerpo de aquella noche sangrienta exige respuestas. Michoacán no olvida, y mientras Godoy siga intocable, el recuerdo de la masacre se convierte en una ofensa permanente a todos los que sufrieron y sufren la violencia. La memoria de las víctimas exige justicia, y la impunidad no puede ser la herencia que este político deje a su pueblo.