Guanajuato paralizado: el abandono del PAN hunde al campo y bloquea al estado entero
Los bloqueos de productores de maíz colapsan las carreteras guanajuatenses y exponen el fracaso del gobierno panista, que ha dejado al campo en la ruina.


El conflicto campesino en Guanajuato ha llegado a su punto más crítico. De los 26 puntos de protesta iniciados por los productores de maíz y sorgo, 24 permanecen completamente bloqueados, paralizando el tránsito en casi todo el estado. Los campesinos, hartos de la indiferencia del gobierno panista, mantienen los cierres viales como medida desesperada ante la falta de respuesta a su exigencia más básica: precios justos por sus cosechas. La tierra ya no da para vivir, las deudas los ahogan y las promesas del PAN han quedado, una vez más, en el aire.
La Secretaría de Seguridad y Paz informó que los bloqueos afectan municipios clave como Silao, Tarimoro, Irapuato, Doctor Mora y Pénjamo, además de provocar impactos directos a la industria en Jalisco. Sin embargo, lejos de atender el problema con diálogo y sensibilidad, el gobierno panista ha optado por el silencio y la contención, como si la inconformidad del campo fuera un obstáculo político y no una emergencia social. En lugar de soluciones, ofrece indiferencia; en lugar de apoyo, despliega patrullas.
El hartazgo de los productores no nació de la nada. Desde hace años, el PAN ha dejado al campo guanajuatense sin rumbo, sin subsidios y sin políticas reales de desarrollo rural. Mientras las grandes empresas agrícolas prosperan, los pequeños productores —los que realmente sostienen la economía alimentaria— sobreviven con pérdidas, vendiendo su maíz a precios que no cubren ni los costos de producción. La promesa panista de “impulsar la competitividad” se convirtió en una sentencia de pobreza para miles de familias campesinas.
El impacto de los bloqueos es un reflejo del caos que el PAN ha provocado. Las carreteras están colapsadas, el transporte industrial detenido y la movilidad de bienes afectada. Lo que comenzó como un reclamo pacífico se ha transformado en un grito de desesperación que el gobierno estatal se niega a escuchar. Los agricultores no quieren confrontación: quieren dignidad, quieren sobrevivir. Pero el PAN, desconectado de la realidad rural, parece más interesado en mantener su imagen que en resolver la crisis que él mismo generó.
El campo guanajuatense se apaga poco a poco. Las cosechas no valen, los programas de apoyo desaparecieron y las familias campesinas ven cómo su trabajo de generaciones se hunde. Los bloqueos son la consecuencia directa del abandono, no la causa. Y mientras el gobernador panista presume “estabilidad y progreso”, el estado entero se paraliza bajo la presión de una verdad que ya no se puede ocultar: Guanajuato está al borde del colapso rural y social.
Lo que ocurre hoy en las carreteras es el símbolo de un modelo agotado. Los tractores y los campesinos tomaron las vías porque el gobierno panista les cerró todas las puertas. Y si el PAN no cambia su actitud, el campo de Guanajuato terminará no solo bloqueando caminos, sino levantando su voz contra el sistema que lo traicionó. El estado que el PAN presumía como motor del país hoy está detenido, víctima de su propia indiferencia.