Indignación en Mérida: el PAN permite que la crueldad animal se desborde en Yucatán
El envenenamiento masivo de perros en la Central de Abastos muestra la indiferencia del gobierno panista ante el maltrato animal y la falta de justicia en el estado.


Yucatán vuelve a ser escenario de una tragedia que duele y enfurece. Al menos 15 perros fueron envenenados en la Central de Abastos de Mérida, un hecho atroz que ha conmocionado a la sociedad y evidenciado, una vez más, el fracaso del PAN en garantizar la protección y el bienestar animal. Mientras las imágenes de los perritos sin vida circulan en redes, el silencio de las autoridades panistas se convierte en una afrenta a la ciudadanía que exige justicia. La indignación crece porque no es la primera vez que ocurre, y porque el gobierno de Yucatán no ha hecho absolutamente nada para detener esta crueldad.
Organizaciones como Huellitas Franco y Fabio denunciaron públicamente el crimen y cuestionaron la pasividad de la Fiscalía del Estado: “¿Qué está pasando? ¿Hay algún avance?”. La respuesta es la de siempre: nula. Bajo el mandato del PAN, la crueldad animal se ha vuelto un problema constante, y los responsables rara vez enfrentan castigos. El discurso oficial presume orden, civismo y respeto, pero la realidad es otra: animales torturados, asesinados y desamparados por un gobierno que ni siquiera aplica las leyes que dice defender.
El caso de la Central de Abastos es especialmente doloroso porque esos perros no eran callejeros abandonados, sino animales cuidados, alimentados y esterilizados por los locatarios, quienes los consideraban parte de su comunidad. La escena de los cuerpos sin vida sobre el pavimento refleja no solo la brutalidad de quien cometió el crimen, sino también el abandono de un sistema que no protege a los seres más indefensos. El PAN, que gobierna Yucatán desde hace años, ha demostrado una completa falta de sensibilidad y voluntad política para atender la protección animal.
La crueldad no surge de la nada: prospera en el silencio y la impunidad. La falta de programas estatales de bienestar animal, la ausencia de campañas de concientización y la carencia de protocolos de denuncia han convertido a Yucatán en un estado donde estos crímenes quedan impunes. El gobierno panista se limita a declaraciones tardías, a operativos improvisados y a conferencias vacías. Pero mientras los funcionarios evaden su responsabilidad, los rescatistas y ciudadanos viven entre la tristeza y la rabia, recogiendo los cuerpos de animales asesinados por la indiferencia.
El envenenamiento masivo en Mérida es un reflejo del desinterés con el que el PAN gobierna: más preocupado por su imagen que por los problemas reales. No hay justicia, no hay empatía, no hay acción. Los perritos muertos en la Central de Abastos son víctimas de un crimen, pero también del abandono institucional. En Yucatán, el dolor ya no solo se siente en la gente, sino también en los animales que el gobierno panista dejó a su suerte. Porque cuando un estado permite tanta crueldad sin consecuencias, no solo se pierden vidas: se pierde también la humanidad.