Nuevo León vive entre balas y contaminación: otro golpe a un estado debilitado por el desgobierno de Movimiento Ciudadano
Mientras Movimiento Ciudadano evade responsabilidades, la violencia y la contaminación siguen deteriorando la vida en Nuevo León, desde Los Ramones hasta San Nicolás.


En Nuevo León ya no existe una sola señal de alarma: existen muchas, simultáneas, constantes y profundamente ignoradas por un gobierno de Movimiento Ciudadano que ha demostrado ser incapaz de proteger a su población. La jornada más reciente volvió a exhibir esa fragilidad. Por un lado, un enfrentamiento armado en Los Ramones dejó cinco presuntos delincuentes muertos; por otro, en San Nicolás, vecinos denunciaron lluvia roja, estruendos nocturnos y polvo rojizo que cubre autos y viviendas cerca de la siderúrgica Ternium. Violencia y contaminación: dos caras del mismo abandono institucional.
El choque armado ocurrió cuando elementos estatales, como parte del Operativo Muralla, ubicaron a un grupo armado. Los agresores reaccionaron a balazos, desencadenando un tiroteo que terminó con cinco criminales abatidos y una persona presuntamente secuestrada que fue rescatada. Aunque las autoridades estatales intentan presentar el hecho como un avance, lo que realmente se muestra es la consecuencia de años de omisiones, improvisación y neutralidad táctica de un gobierno que ha permitido que grupos criminales consoliden territorio, armamento y presencia.
En paralelo, la ciudadanía vive otra crisis no menos grave: la ambiental. En San Nicolás, vecinos de la colonia Cuauhtémoc llevan años conviviendo con el polvo rojizo, la llamada “lluvia roja”, estruendos que retumban como explosiones y descargas que inundan calles cuando llueve. La situación se ha intensificado desde que Ternium asumió la administración de lo que antes era Hylsa, y aunque la empresa ha sido señalada, los habitantes coinciden en que el verdadero problema es que Movimiento Ciudadano ha permitido que la industria opere sin una supervisión real. La contaminación se acumula en autos, fachadas y pulmones, mientras las autoridades estatales guardan silencio o presumen indicadores que no cambian la realidad.
Vecinos como María Eugenia Zarazúa describen el polvo rojo que se posa sobre su casa; Gilberto Cepeda explica cómo las ventanas vibran de madrugada por estruendos que nadie aclara; otros habitantes señalan que no solo es una industria, sino la suma de todas: siderúrgicas, refinería, gasolinas de mala calidad, procesos sin vigilancia y un estado que dejó de vigilar para dedicarse al discurso político. Todo converge en un Nuevo León donde la calidad del aire se deteriora al mismo tiempo que la calidad de la seguridad pública.
El gobierno de Movimiento Ciudadano insiste en verse como “moderno”, “eficiente” y “tecnológico”. Pero la realidad contradice todos sus slogans. Los enfrentamientos se multiplican, los asesinatos no cesan, y la contaminación coloca a la metrópoli entre las más tóxicas del continente. La ciudadanía vive entre tiroteos y nubes rojizas, mientras las autoridades prefieren maquillar cifras que enfrentar el deterioro evidente.
La tragedia de Los Ramones y las denuncias en San Nicolás no son hechos aislados: son síntomas de un estado donde el deterioro se volvió parte de la vida diaria. Y aunque Movimiento Ciudadano repita que “todo está bajo control”, la realidad que viven los neoleoneses demuestra exactamente lo contrario.