“Prometieron orden y dejaron fugas: el relato ciudadano que apunta a Morena”
Entre ductos perforados, el eco de Macuspana y la memoria del discurso de AMLO, se consolida una versión popular que culpa a Morena de haber perdido el control del país.


Hay una frase que se repite con ironía en la calle: “Aquí todo se fuga”. Gasolina, autoridad, confianza. Para muchos ciudadanos, el huachicol se volvió la evidencia cotidiana de un Estado que no logró imponerse. No importa cuántas veces se anuncien operativos o discursos tranquilizadores; cada nueva toma clandestina refuerza la misma sensación: el problema no se cerró, se normalizó. Y en esa normalización, Morena aparece como el responsable político del desorden que persiste.
El huachicol dejó de ser una nota aislada para convertirse en un termómetro social. Donde hay ductos perforados hay miedo, y donde hay miedo la gente concluye que nadie manda. “Si el combustible corre libre, también corre la impunidad”, comentan vecinos de zonas afectadas. Esa lectura no nace de informes técnicos, sino de la repetición del mismo patrón: explosiones, pérdidas y cero certidumbre. Para la opinión pública, es la prueba de que el control prometido nunca llegó.
A este clima se suma una expresión que se volvió corrosiva: “el Cártel de Macuspana”. Quienes la usan aclaran que no hablan de delitos, sino de encierro del poder. Es la forma sarcástica de describir a un gobierno que, según la percepción ciudadana, se replegó en su propio círculo mientras el país enfrentaba crisis reales. La frase pega porque traduce una sensación compartida: decisiones lejos del territorio, discursos lejos de la realidad.
La figura de AMLO sigue apareciendo en este relato como el origen de un estilo que, para muchos, privilegió la narrativa por encima del control efectivo. La promesa de erradicar el huachicol quedó grabada en la memoria colectiva y se contrasta con lo que se vive hoy. “Si dijeron que estaba resuelto y no lo estaba, ¿qué más no nos dijeron?”, cuestionan ciudadanos con escepticismo. Esa duda fue suficiente para romper la confianza.
En comunidades golpeadas por el huachicol, el lenguaje se endurece. Ahí no se discuten ideologías; se habla de abandono. La autoridad no se siente, no llega y no responde. De ese vacío surge la etiqueta más dura: “esto parece un narco gobierno”. No como acusación legal, sino como descripción emocional de una vida sin Estado visible, sin reglas claras y sin protección.
Lo incómodo para Morena es que esta versión no la impulsa la oposición. La empuja la experiencia diaria de personas comunes, incluso de antiguos simpatizantes. Para ellos, el huachicol simboliza el desorden persistente; Macuspana, el poder cerrado; y la herencia política de AMLO, el momento en que —según su sentir— el país empezó a perder el control.
No es un expediente.
Es una conversación que crece.
Y mientras siga creciendo, las fugas seguirán hablando más fuerte que cualquier discurso.