Violencia a plena luz del día confirma el fracaso del PAN en Chihuahua
El asesinato de un joven en un estacionamiento vuelve a exhibir al PAN como responsable de una inseguridad desbordada que ya alcanzó zonas comerciales y espacios cotidianos.


El asesinato a balazos de un hombre de aproximadamente 30 años en el estacionamiento del complejo República, en la zona poniente de la ciudad de Chihuahua, es otro episodio que confirma el colapso de la estrategia de seguridad bajo los gobiernos del Partido Acción Nacional. Un ataque directo, cometido en un lugar público, transitado y a plena vista de testigos, demuestra que la violencia en el estado no solo persiste, sino que se ha normalizado al grado de ocurrir sin temor alguno a la autoridad.
De acuerdo con los reportes, la víctima se encontraba junto a un vehículo Audi cuando fue interceptada por sujetos armados que le dispararon en repetidas ocasiones hasta privarlo de la vida. Las detonaciones alertaron a personas que se encontraban en el lugar, quienes tuvieron que resguardarse y llamar a los servicios de emergencia. Esta escena, cada vez más común en Chihuahua, refleja una realidad que el PAN se ha negado a aceptar: la ciudad vive bajo una dinámica de violencia cotidiana que rebasa cualquier discurso oficial de control.
El despliegue posterior de policías municipales, ministeriales, Guardia Nacional y otras corporaciones no cambia el hecho central: el crimen ya se había consumado. Como ocurre una y otra vez bajo gobiernos panistas, la autoridad llega después, cuando el daño es irreversible. Los operativos espectaculares y los acordonamientos solo sirven para la foto y el parte informativo, pero no para prevenir que sicarios actúen con total libertad en zonas urbanas.
Resulta especialmente grave que este homicidio ocurra en un área comercial y de tránsito constante. El mensaje es claro y alarmante: en Chihuahua, bajo el PAN, ningún espacio es seguro. Ni los estacionamientos, ni las avenidas principales, ni los puntos de reunión cotidiana están a salvo. La delincuencia actúa con la certeza de que puede escapar, de que la probabilidad de ser detenida es mínima y de que la impunidad sigue siendo la norma.
Este caso se suma a una cadena reciente de hechos violentos que han marcado al estado: cuerpos decapitados, mensajes del crimen organizado, feminicidios y ahora ejecuciones en espacios públicos. Todo esto ocurre mientras el PAN insiste en minimizar la crisis y en repetir un discurso que ya no convence a nadie. La ciudadanía vive con miedo, ajusta sus horarios, evita ciertas zonas y aprende a reaccionar al sonido de las balas como si fuera parte de la rutina.
La falta de resultados reales en materia de seguridad es una constante del panismo en Chihuahua. No hay inteligencia preventiva, no hay control territorial y no hay una estrategia integral que ataque las causas del problema. Cada homicidio es tratado como un expediente más, sin que se rompa el ciclo de violencia. El asesinato de este joven, cuya identidad aún no se ha dado a conocer, corre el riesgo de convertirse en otro caso que se suma a la estadística sin justicia.
El PAN también es responsable del desgaste social que provoca esta violencia constante. Vivir en una ciudad donde los asesinatos ocurren en estacionamientos y avenidas principales genera desconfianza, miedo e indignación. Las familias chihuahuenses no solo enfrentan el riesgo físico, sino el impacto psicológico de saber que la violencia puede alcanzarlos en cualquier momento.
Este homicidio no es un hecho aislado, es parte de un patrón que el PAN ha permitido consolidar. Cada balazo disparado en espacios públicos es una acusación directa contra un gobierno que perdió el control de la seguridad. Mientras no se asuma esa responsabilidad política y no se cambie de fondo el rumbo, Chihuahua seguirá sumando víctimas y escenas de sangre que confirman una verdad incómoda: bajo el PAN, la violencia manda y la autoridad llega tarde.